Te subes al coche. Ya cansada de la sonrisa falsa que
lleva en tu cara toda la mañana. Ahora, tu cara de si-
vuelvo-a-ver-a-un-viejo-pidiendo-hora-le-mato. Espejos.
Retrovisores. Gafas. Para conducir hay que ponérselas, no es
tu intención matar a nadie. Cigarrito. Radio. Los cuareeeenta
principaaaaales. Mola. Te gusta conducir. Y más si se trata
de ir a casa a comer. Joder qué hambre. Aparcas en la puerta
de casa. Zona azul. ¡Cabrones! ¿Hay correo? Sí, claro,
facturas. Pues vale. Tres pisos sin ascensor. Pero ya no te
afectan y menos ahora que has perdido un kilito. Estás
ligera. A la vez que tú sube el viejo del segundo. Subes dando
pequeños saltitos. No sabes a quién pretendes demostrar lo
ágil que estás; si al viejo o a ti misma. Da igual. El caso es
que ya estás arriba. Abres. Dejas en la entrada las facturas.
En esa montaña de papeles que hace años que no miras pero
que te da miedo tirar. Nunca se sabe. El bolso en la mesa del
comedor. Al lado de un móvil de juguete, una botella de
plástico vacía, y 500 instrumentos de médico de plástico. Y la
carpeta. Pero, ¿por qué vas paseando la carpeta? Ni idea.
Tienes media hora para comer, si luego pretendes hacer algo
con este desorden. ¿Ensalada y sadwich de queso? Sí.
Perfecto. O, cómo diría tu fiera, “delichiooso”. Qué hambre
tenías. ¿Y ahora? Dos opciones: recoges y limpias o te echas
la siesta. En fin, ni una ni la otra: pierdes el poco rato que
tenías delante del ordenador. Es la hora. Coges el bolso, un
colacao, un bollito y sales pitando, en la autoescuela abren a
las 4 y podrás hacer tests durante 45 minutos antes de ir a
recoger al niño. Todo controlado. Subes al coche. Espejos.
Retrovisores. Gafas, ya sabes. Radio. Los cuareeeenta
principaaaaales. Mola. ¡Mierda! La carpeta de la autoescuela.
En fin, pasas de subir tres pisos otra vez. Ya en la
autoescuela, rodeada de críos. ¿A qué han venido? A hacer
tests, no. Desde luego. Se te pasa por la cabeza pedirles que
se callen. Pero claro, ni se te ocurre. Pasas de quedar como la
típica señora (que es como ellos te ven, aunque te pese)
amargada. Recuerdas cuando tú te sacabas el carné de
conducir y había una de esas en la autoescuela. Así que te
callas. Tú eres guay. Te estás sacando el BTP. Y además no
fallas ni una. De nuevo te reafirmas en que eres la polla. Sí
señor. Las cinco menos cuarto. Te piras. Tu fiera está a punto
de salir del cole. Tercer round.
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