No voy a pasar por alto el hecho de que este relato va a ser publicado. Con eso quiero decir que voy a obviar ciertos detalles. Por ejemplo, no voy a mencionar tu nombre, Pablo. Ni mucho menos tus apellidos, no creo que haya muchos Pablos Saavedra Rocamora en este pueblo. Que por cierto, tampoco voy a mencionar que es Calafell. Una vez asegurada la confidencialidad del asunto, para que tú estés tranquilo, voy a empezar con la historia. Por supuesto, no voy a contarlo todo. A nadie le importa cosas tales como que tú uses tanga, o que te depiles las cejas… Tranquilo, que en eso no voy a entrar. Te he dicho mil veces que yo escribo como desahogo personal y que, jamás, pero jamás, ha sido mi intención perjudicar a nadie con mis escritos. Sé que sería una manera de vengarme. No creas que no lo he pensado. Pero yo tengo más clase que eso. Voy a ser lo suficientemente sutil como para conseguir que quede claro que eres un cabrón que se tiraba a otra a mis espaldas pero sin ponerlo expresamente. Es toda una técnica esto de escribir. Te vas a quedar boquiabierto cuando leas esto. Pensarás que soy una artista que ha conseguido dejarte a parir sin tan siquiera mencionarte. No sabrás si odiarme o admirarme. Suelo despertar esa especie de sentimiento. Ya ves. Fíjate que iba a empezar describiendo el momento en que entro a casa y te encuentro allí con Laura (a la que tampoco voy a mencionar, tranquilo) y yo digo: ¿Laura? ¿Laura Pascual? ¿Eres tú la que está ahí con mi marido? Pero no lo haré. Decididamente no voy a empezar por ahí. Porque, ¿sabes Pablo? Eso suena a culebrón barato, que, por otra parte, eso es lo que ha sido nuestro matrimonio: un culebrón barato. Pero ya te he dicho que yo tengo más clase que eso. Y voy a escribirlo todo como si de una novela rosa se tratara. Igual hasta miento y digo que eres guapo. ¿Eso te gustaría? Claro que te gustaría. Tampoco me conviene a mí decir que he estado con un hombre tan feo. Es como el tema de tu celulitis. ¿Un hombre con celulitis? No, nadie tiene por qué saber eso, no soy tan cruel, ya me conoces. Así que lo dicho, estate tranquilo. Y cuando leas esto en el periódico del pueblo no te asustes y recuerda: nadie sabe que estoy hablando de ti.
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
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