13 de agosto de 2010

Un día... Como empresaria en 5 rounds :)





Nina, tu perrita de dos kilos ha decidido que ya está bien de dormir por hoy. Salta sobre ti, te lame, te gruñe, te ladra… A esta perra sólo le falta hablar! Pero dale tiempo… Intentas quitártela de encima y reñirla de forma contundente pero sin gritar, sólo falta que también se despierte el niño, y entonces si que ya se acabó el dormir. Miras la hora en tu móvil: las seis de la mañana! Te cagas en la perra, será posible?? Una hora te lleva convencerla de que quieres dormir un ratito más. Y al final se resigna, claro. Y decide hacerse un ovillo a los pies de tu cama mientras espera. Y justo cuando piensas: por fin! Es cuando suena la alarma del móvil. En ese momento no sabes a quién tirar por la ventana, si a la perra o al móvil o a tu hijo, que al escuchar la alarma se ha plantado en tu habitación y se ha puesto a jugar con Nina, en tu cama, saltando y sin consideración alguna por tu mal humor matutino… Aaaaaaargggg. Así que te levantas, te pones un pantalón y, tal como estás, con esos pelos, le pones la correa a Nina y la sacas a la calle. Ella no se anda con rodeos y en un minuto ha hecho todo lo que tenía que hacer, si es que la pobre se quejaba con razón. Entráis en casa, y preparas un café y un colacao. Ponemos la tele? Vale. Y desayunáis viendo dibujos, como está mandado. Recoges y friegas, en tu minicasa no puede haber desorden, y te duchas en un plis. Vistes al niño, te vistes tú y directos a casa de los yayos. Nina se queda solita, qué pena! Adéu nineta, porta’t bé cuca. Ainsss. Llegáis a casa de los yayos y entonces es tu hijo el que no quiere que te vayas, qué pena! Adiós vida, pórtate bien y no des guerra, cariño, que la mama llegará en seguida. Ainsss. Y sales pitando para la tienda. Primer round.


Llegas a la tienda. Subes la persiana a la mitad y entras. Abres a las diez y son las nueve y cuarto. Barres. Friegas. Limpias el mostrador, los cristales. Enciendes el ordenador… Y, mierda, te llegan albaranes. Eso significa que hoy te llega género. Empiezas a desesperarte, dónde vas a meter tú todo eso?? Resulta que tu tienda mide 30 metros cuadrados, pero recibes el mismo género que las tiendas de cien metros. Que por qué? Pues porque sí. Eso es tener una franquicia. Es fantástico. Y, cuándo recibes el género? Cuando lo decides tú? Nooo. Es sorpresa. En fin, te vas al banco, y a tomar una café, aún no es la hora. Tus vecinos de local, el florista y la frutera ya están en el bar. Es el mejor ratito de la mañana. Cinco minutos de risas, cotilleos, anécdotas. Y a las diez en punto ya estás en tu tienda, con la sonrisa puesta. Esperando. Por la calle pasa mucha gente, eso es cierto, y si no tenían pensado pasar por ahí, cambian de idea cuando oyen a la frutera. DOS LECHUGAS UN EUROOOOOOO, LOS TOMATES DE LA PAYESA A OCHENTA Y NUEEEEEEEVEEEEEEE Cuando no canta QUÉ BONITOS SON ESOS DOS OJOS NEEEGROOOOOS Así que movimiento, hay. Y tú vas mirando a los viejos y recuerdas cuando trabajabas en el ambulatorio y deseabas que no entrara ninguno. Madre mía, cómo ha cambiado el cuento. Ahora estás pensando en que ojalá entraran todos uno por uno a verte. Ya les vas conociendo. Está la de las camisetas de tirantes, que cada día te pregunta si tienes y cada día le contestas que no y cada día ella replica que las camisetas de tirantes para niño existen, que ella las ha visto, y tú le dices que tiene razón, que existen, pero que ya no te quedan. Está la que el primer día te compró una camiseta de un euro y medio y ahora se pasea por la tienda, cada mañana un ratito, con ese aire de la que ya conoce la tienda porque ella compra ahí. Está la que debe tener un problema, porque si no compra algo cada día, aunque sea unas braguitas, no sería ella. En fin, y tú, mientras, intentas hacer espacio entre las perchas para cuando llegue el género del albarán de esta mañana. Que si pongo esto aquí, que si ahora queda raro, que si aquí hago un hueco. Hasta la una y media. A esa hora, apagas el ordenador, la impresora, el ventilador, las luces, te despides de la frutera, del florista y bajas la persiana. Segundo round.


Subes a tu coche. Hay cosas que nunca cambian. Tus gafas. Tu cigarrito y la radio. Los cuarenta principaaaaleeeees. Mola. Y te vas muerta de calor hasta tu casa. No pones el aire acondicionado, no lo pones nunca. Resulta que con la mierda de ser empresaria te estás dejando una pasta en gasolina, así que bajas la ventana porque te da la sensación de que así gastas menos. Llegas a tu casa y Nina te espera en la puerta moviendo el rabo como una loca. Hola nineta! Se vuelve loca. Le pones la correa y salís a la calle, y cuando ya se le ha pasado la euforia de verte, hace un pis y al coche las dos. Llegas a casa de los yayos, con Nina, y entonces es tu hijo el que menearía el rabo si lo tuviera. MAAMAAAAA. Hola cariño! Que bonito es que te quieran tanto! Y qué pena, oye! En fin, comes con tus padres y tu hijo mientras Nina va dando vueltas entre los pies de todos, por si cae algo. La pobre ya no pide, pero no pierde la esperanza de que algo caiga. Después de comer, tu hijo: juegas conmigo, mama?? Claro! Así que el niño es este, y tu el otro, y el suyo dice: hola amigo, y tú: hola, qué tal?, y el niño: yo era un policía! No! Yo era un bombero! No! Yo era que iba en avión y tú tenías un barco! No, no! El barco también era mío! Y así pasáis el rato del mediodía, entre policías y bomberos y vaqueros e indios y lo que haga falta. Tu hijo tiene mucha imaginación. Hasta que llega la hora de irte. Mama, no te vayas, joooo. Vida, pero si vas a ir a la piscina con los yayos, verás qué bien! Bueno, vaaaleee. Y coges a Nina y te vas. Otra vez a tu casa, a dejarla a ella. Y ella que aún no habla, pero todo se andará, se tumba en el sofá con cara de: bueno, adiós, pero que sepas que no me hace ni puta gracia que te vayas otra vez. En fin, camino a la tienda otra vez y sin poner el aire, claro. Ainsss. Tercer round.


A las cinco y media en un punto ya has abierto de nuevo y estás esperando con tu sonrisa puesta de nuevo. Y llega el transportista. Bufff. Son siete cajas. Ah, mira qué bien. Pues ponlas donde puedas. Y ahí te las deja. Y se va tan contento. Y tú empiezas a sudar y no paras hasta que está todo en su sitio. Te has peleado con las cajas en tu almacén de… Más o menos… Medio metro cuadrado! Pero al final has conseguido, de nuevo, que te quepa todo. El próximo envío, dios dirá. Y a las ocho, por lo visto, es cuando los sueltan a todos en este pueblo. Es más o menos a esa hora cuando deciden pasarse todos por mi tienda. Y que si tienes esto? O aquello? Y que si dame, y que si dime y que si quiero… Pero tú feliz, eh? Esa es la idea: vender! Pero no todos a la vez, coño! En cuanto se van, haces caja. Ahora ya lo tienes por la mano, al principio un lío… Claro, es que tú no habías contado nunca dinero. Pero ya está, además al ritmo que vendes, teniendo en cuenta que es verano y que estás de rebajas… No estamos hablando de cantidades ingentes de dinero, ni mucho menos. Después de hacer caja, la copia de seguridad. Por último, conectas el módem, órdenes de la franquicia para tenerte controlada, apagas el ventilador, las luces y bajas la persiana. Mañana, más. Cuarto round.


Vas directa a casa de tus padres. Nada más abrir la puerta, tu hijo: MAMAAA ME QUIERO QUEDAR A DORMIIIIR. Y tu madre: déjale, pobre, así mañana no madruga. Y tú, viendo los ojitos de tu niño, al que le encanta dormir con los yayos, que tanto le consienten, no puedes evitar pensar que se te escapa de las manos, que hoy sólo le has visto un ratito al mediodía y que hasta mañana al mediodía no le volverás a ver, y que en buena hora se te pasó por la cabeza poner una tienda. Pero le dices que vale, y él te abraza y grita: bieeeeen! Y cenáis allí todos, claro. Y mientras cenas, piensas en tu perrita Nina, y te invade un deseo de poder desdoblarte que no lo sabe nadie. Pero no puedes. Después de cenar, dejas a tu niño preparado para meterse en la cama, en pijama y con los dientes lavados. Buenas noches, mi vida, la mama se va. Pórtate bien, eh? No des guerra. Vale mama, adiós mama, hasta mañana, mama. Ainsss. Y te vas. Llegas a tu casa y Nina, que es pesadita la pobre, pero es más buena que el pan y no es rencorosa en absoluto, salta de alegría al verte y se pone como loca, como siempre. Esta perra te adora! Y tú a ella! Cuando sea un poco más mayor y no esté tan loca de remate te la llevarás a la tienda. Y después de sacarla a la calle, te pones un café y te sientas en el sofá, delante del ventilador. Qué estará haciendo tu churri? Le llamas. Está en el sofá, como tú, pero él con su aire acondicionado. Voy? Vente, cielo. Y coges a Nina y te vas. Cuando llegas, hola cariño, qué tal? Le cuentas. Te cuenta. Y te acuerdas de que el florista te echó las cartas ayer y entre tu churri y tú estaba el trabajo. Se lo comentas. Es cierto. Sí. Pero tú no has dejado de quererle ni un poquito. Lo sabe. Él tampoco y tú también lo sabes. Estáis agotados y no tardáis en iros a la cama los tres. Te abraza. Y tú te duermes pensando en qué bonito sería si esto, o si aquello… Hasta que Nina decida que ya es la hora de levantarse, claro. Quinto round y K.O.
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