27 de marzo de 2009

Un día (segundo round)

Entras por la puerta a y 57. Hay por lo menos cincuenta

personas ahí dentro. Esperando. Con su número en la mano.

Porque para verte a ti hay que coger número. Y eso les

encanta, por lo visto. Entras en tu despacho y te pones la

bata. Dejas el bolso en el hueco debajo de la mesa, la carpeta

sobre ésta y sales pitando a preguntar quién es el primero.

Eso les encanta también. Empiezan a gritar su número,

agitándolo al viento, para que veas que no te mienten. El

primero, el 37. Bien, le das al botoncito y

esperas…1..2..3..31..32..33..34..35..36..¡Yaaa! Te avisan. Qué

amables. Venga pase. Te sientas. ¡Mierda! No has encendido

el ordenador. Con lo que tarda. Este señor quiere hora con la

doctora. Para hoy, claro. Es muy urgente: lleva meses con ese

dolor. Sí, lo entiendes. ¿Me espera un poquito? Es que se está

encendiendo el ordenador. Cómo no. Y se queda ahí,

mirándote. Con el número en la mano, levantada en alto. Se

ha quedado así, paralizado. Iniciando, por favor espere. No, si

tú esperas. Hoy tampoco vas a darle una patada al

ordenador. Y al señor que tienes delante tampoco. Pobre

hombre. Lleva meses con ese dolor… Ya. Vale. Le doy para

hoy… A las doce. ¿Su nombre? ¿Cómo? Su nombre, por

favor. ¿Mi nombre? Sí. Pues eso, a las doce. ¿Tan tarde? ¡Es

urgente! No tengo nada antes… Y pones la cara de

“perdóneme-por-existir”. Y te perdona la vida. Tú es que eres

muy maja. Meeekk. ¿Ya das hora para junio,

nena? Buenos días. No, todavía no. ¿No? No. Otra vez tu

carita. Pero, entonces, ¿cuándo? Faltan cuatro meses. No

sabes. Mejor que venga cuando falte un mes… Bueno, ¿y

para mayo? Sí, para mayo sí. ¿Un análisis? ¿Le va bien el 5

de mayo? ¿El 5 de mayo? Sí, el 5 de mayo. Pues no lo sé,

nena, es que falta mucho. Ya. Meeekk. Buenos días. Vengo a

por las recetas de mi vecino. ¿Cómo se llama? ¿Quién, mi

vecino o yo? ¿Las recetas para quién son? ¡Para mi vecino!

Pues dígame el nombre de su vecino, si-es-tan-amable. Estás

intentando mantener la calma, lo juras. Andrés. Aha, ¿qué

más? ¿Qué? ¡Que qué más! No lo sé. Mmmm… Pues necesito

los apellidos. Te mira con cara de “pues-no-los-tengo-y-no-

me-voy-de-aquí-sin-las-recetas-de-andrés”. Hay que ver lo

expresivos que son en este pueblo. Respiras hondo y,

mientras intentas recordar a un tal Andrés, abres el

Messenger. No hay nadie, vaya mierda. ¡Andrés Pérez López!

¿Puede ser? Puede ser. Bueno. Meeekk. Buenos días. Buenos

Días, guapetona. Mira qué te he traído. ¡Ah! ¡Bombones!

Muchas gracias, no hacía falta, es usted muy amable. Nada,

nada. Ahora voy a entrar a la doctora. ¿Ahora? Sí, ahora. Me

apuntas, guapa. Em… Y te planteas si salir detrás de él a

tirarle los bombones por la cabeza. Pero no lo haces, claro.

Por no hacer, ni siquiera te los vas a comer. ¡Puta dieta! Le

apuntas y se acabó. Meeekk. Nadie. Meeekk. ¿Nadie? Te

asomas, ¿alguien para mí? Silencio absoluto. ¿Nadie? Miras a

un lado de la sala. A otro. No hay nadie para ti. ¡Bien! Abres

el Facebook. Te encanta el Facebook. Una cabecita asoma en

tu puerta… ¿No le das al timbre, nena? Así hasta las dos.

Con ligeras variaciones. Pero que muy ligeras. Segundo

round.

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