Entras por la puerta a y 57. Hay por lo menos cincuenta
personas ahí dentro. Esperando. Con su número en la mano.
Porque para verte a ti hay que coger número. Y eso les
encanta, por lo visto. Entras en tu despacho y te pones la
bata. Dejas el bolso en el hueco debajo de la mesa, la carpeta
sobre ésta y sales pitando a preguntar quién es el primero.
Eso les encanta también. Empiezan a gritar su número,
agitándolo al viento, para que veas que no te mienten. El
primero, el 37. Bien, le das al botoncito y
esperas…1..2..3..31..32..33..34..35..36..¡Yaaa! Te avisan. Qué
amables. Venga pase. Te sientas. ¡Mierda! No has encendido
el ordenador. Con lo que tarda. Este señor quiere hora con la
doctora. Para hoy, claro. Es muy urgente: lleva meses con ese
dolor. Sí, lo entiendes. ¿Me espera un poquito? Es que se está
encendiendo el ordenador. Cómo no. Y se queda ahí,
mirándote. Con el número en la mano, levantada en alto. Se
ha quedado así, paralizado. Iniciando, por favor espere. No, si
tú esperas. Hoy tampoco vas a darle una patada al
ordenador. Y al señor que tienes delante tampoco. Pobre
hombre. Lleva meses con ese dolor… Ya. Vale. Le doy para
hoy… A las doce. ¿Su nombre? ¿Cómo? Su nombre, por
favor. ¿Mi nombre? Sí. Pues eso, a las doce. ¿Tan tarde? ¡Es
urgente! No tengo nada antes… Y pones la cara de
“perdóneme-por-existir”. Y te perdona la vida. Tú es que eres
muy maja. Meeekk. ¿Ya das hora para junio,
nena? Buenos días. No, todavía no. ¿No? No. Otra vez tu
carita. Pero, entonces, ¿cuándo? Faltan cuatro meses. No
sabes. Mejor que venga cuando falte un mes… Bueno, ¿y
para mayo? Sí, para mayo sí. ¿Un análisis? ¿Le va bien el 5
de mayo? ¿El 5 de mayo? Sí, el 5 de mayo. Pues no lo sé,
nena, es que falta mucho. Ya. Meeekk. Buenos días. Vengo a
por las recetas de mi vecino. ¿Cómo se llama? ¿Quién, mi
vecino o yo? ¿Las recetas para quién son? ¡Para mi vecino!
Pues dígame el nombre de su vecino, si-es-tan-amable. Estás
intentando mantener la calma, lo juras. Andrés. Aha, ¿qué
más? ¿Qué? ¡Que qué más! No lo sé. Mmmm… Pues necesito
los apellidos. Te mira con cara de “pues-no-los-tengo-y-no-
me-voy-de-aquí-sin-las-recetas-de-andrés”. Hay que ver lo
expresivos que son en este pueblo. Respiras hondo y,
mientras intentas recordar a un tal Andrés, abres el
Messenger. No hay nadie, vaya mierda. ¡Andrés Pérez López!
¿Puede ser? Puede ser. Bueno. Meeekk. Buenos días. Buenos
Días, guapetona. Mira qué te he traído. ¡Ah! ¡Bombones!
Muchas gracias, no hacía falta, es usted muy amable. Nada,
nada. Ahora voy a entrar a la doctora. ¿Ahora? Sí, ahora. Me
apuntas, guapa. Em… Y te planteas si salir detrás de él a
tirarle los bombones por la cabeza. Pero no lo haces, claro.
Por no hacer, ni siquiera te los vas a comer. ¡Puta dieta! Le
apuntas y se acabó. Meeekk. Nadie. Meeekk. ¿Nadie? Te
asomas, ¿alguien para mí? Silencio absoluto. ¿Nadie? Miras a
un lado de la sala. A otro. No hay nadie para ti. ¡Bien! Abres
el Facebook. Te encanta el Facebook. Una cabecita asoma en
tu puerta… ¿No le das al timbre, nena? Así hasta las dos.
Con ligeras variaciones. Pero que muy ligeras. Segundo
round.
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