8 de noviembre de 2014

Amantes

Empezaron a besarse y les faltaban manos. Se abrazaban fuerte y él acariciaba su pecho, sus muslos. Ella acariciaba su espalda y agarrando su pelo, dejaba de besarle para mirarle una y otra vez, quería grabar en su mente esa imagen, ese momento.

No tardaron en desnudarse, les sobraba hasta la piel. Y húmedos y acalorados seguían besándose y acariciándose lento, alargando el momento. Les excitaba verse, olerse, rozarse... La mera presencia del otro despertaba en ellos deseo. Y se amaban. Y al deseo se unía la necesidad de complacer al otro.

Se besaron, se amaron y bebieron el uno del otro hasta saciarse. Se dijeron mil veces te amo y se miraron con pasión, con dulzura, con deseo, con picardía, con amor. Gritaron sus nombres, se mordieron, jadearon, se apretaron, se arañaron, se hablaron bajito al oído y hasta se insultaron. Y se durmieron abrazados, aún acalorados, queriendo más.

Así de intenso fue. Y así de intenso se amaron de nuevo al despertar.

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