27 de enero de 2010

Un día... en paro (quinto round y K.O)

Son las cinco menos cuarto. Estás en la puerta del cole esperando a tu hombrecito. Te gusta. Es una de las cosas buenas que tiene estar en paro. Tú le llevas. Y tú le vas a buscar. Por un lado, las madres divinas, tan monas ellas, como esta mañana. Pero por la tarde es diferente. Ahora no estás sola. Contigo están las madres como tú. O como eras tú antes. Madres separadas, trabajadoras, con cara de agotadas pero sonrientes, porque no han llevado ellas a los niños al cole esta mañana, pero ahí están para recogerlos. Es vuestro ratito de gloria. Os preguntáis qué tal, os comentáis lo último que ha hecho o dicho el hombrecito digno de elogio. Ellas te envidian por estar en paro. Tú las envidias por tener trabajo. La una está contenta porque ha dejado a su novio, la otra, triste porque el otro no quiere ser su novio. Y tú no comentas nada, porque tú novio te ha dejado y ellas que lo saben te preguntan que qué tal en el gimnasio. Y salen los niños. Mi hombrecito sigue saliendo del cole como un caballo desbocado. Algo te dice que eso no se le va a pasar. Le ves de adulto, saliendo del trabajo (vendiendo escobas, probablemente) como alma que lleva el diablo. Pero tú se lo toleras. Un rato. Hasta que ya consideras que ha hecho el mono suficiente y te acercas y le dices: vámonos. Contundente, pero sin gritar. Hoy qué toca? Piscina? Hoy no. Y a él le da pena, pero tú te alegras de que sólo haya piscina los martes y los jueves. Todos los días no tiene una humor para el estrés que eso supone. Un vestuario lleno de niños y de mamás, todos histéricos, los niños y las mamás, tu hombrecito y tú incluídos. A una temperatura de unos... 40 grados por lo menos. No cariño, hoy no toca piscina. A dónde vamos? Esa es otra. Pues no sabes. Al parque? Síii! Pues al parque. Joder, tú quieres tener 4 años otra vez. Ýa en casa, tu hombrecito sabe lo que hay que hacer. Primero, bañera. Y se pone el pijama el sólo. Primero del revés. Jo, mamaaa, no séee. Pero se lo pone. Y su bata, y sus zapatillas. Y le secas el pelo llena de orgullo de ver lo guapo que está en pijama. Estás tonta. Y, mientras tú haces la cena, tu hombrecito pone la mesa. Eso te gustaría que lo viera todo el mundo. Y como cena, viendo Bob esponja, embobado, nunca mejor dicho. Por último, los dientes, un pipí, un poco de agua y a dormir. Te quedarás conmigo hasta que me duerma, mama? Sí, cariño. Te quiero, mama. Qué zalamero es tu hombrecito. Te preguntas si dejará de serlo algún día. O si lo será con sus novias. En fin, te quedas hasta que se duerme. 10 minutos. Y ahora qué? Miras hacia la tele. Ni lo intentas. Miras el móvil. Mejor no. Y coges el portátil y haces lo único que te funciona: escribir. Porque te llena, te realiza, te define. Y porque esperas que él te lea y sepa que vas a acostarte pensando en él. Ains. Quinto round y K.O.

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