Sin filtro

Entre el cerebro y la boca, cuando eres una persona cabal y consecuente, suele haber un filtro. Debe haberlo, vaya. No es plan de ir soltando por esa boquita todo lo que se te pasa por la cabeza tal cual. Hay que matizar, suavizar o sencillamente callar según qué cosas. Al menos, si pretendes vivir en sociedad si ir hiriendo susceptibilidades a diestro y siniestro.

No estoy hablando de mentir. Lo digo porque siempre estará el que diga: "Eso es mentir! Hay que ir con la verdad por delante!" Aclaro que yo no miento. Pero no uso la verdad a modo de arma arrojadiza. Eso no. Estando serena nunca. Ese es el tema... Cuando bebo, se me estropea el filtro.

Después del segundo cubata, las palabras se agolpan en mi cabeza, deseosas de salir, peleándose entre ellas. Y ya, con el cuarto, parece ser que se abre la trampilla y salen disparadas por mi boca y, sin permiso, sin filtro alguno, dicen.

He llegado a soltar barbaridades por esta boquita. Barbaridades para las que no tengo excusa. Barbaridades con las que estoy de acuerdo el 99% de las veces. Barbaridades de las que me arrepiento el 99% de las veces.

Mi filtro se esfuma. Desaparece. Es una cabronada que me hace el cerebro cuando bebo. Y si sólo fuera eso... Pero no. Lo más absurdo de todo y lo que peor llevo es que, al día siguiente, no recuerdo absolutamente nada!! Soy capaz de revelar secretos inconfesables, de decirte lo mal que me cae tu novio, o tú madre, y al día siguiente no tener ni idea de lo que he dicho. Así es. Así soy.

Si me ha ocurrido contigo, espero no haber sido demasiado dura, inoportuna o cruel. Ten presente que en ningún caso ha habido mala intención por mi parte e intenta perdonarme, si puedes. Y si aún no has tenido la "suerte" de verme sin filtro, recuerda: al tercer cubata mío ¡huye!