10 de julio de 2014

Un día de verano

Abres un ojo. Ya es de día, ¿qué hora será? Seguro que es muy temprano. Últimamente, no sabes por qué, pero te despiertas demasiado pronto sin que sea necesario, ¿será que te estás haciendo mayor? A tu lado, él. Que, de repente, al moverte tú, se incorpora sobresaltado y pregunta: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde estamos? Y tú te partes. Te encanta ese ratito en el que parece que está despierto, pero no. Y te habla de los sueños en los que aún está inmerso, aunque ya tenga los ojos abiertos. Amor... ¿Estás despierto? Quizás si le besas aquí... Y acaricias allá... Ya está despierto, sí. ¡Pero que muy despierto! Le amas. Y os encanta empezar bien el día, claro, aunque esta vez en silencio, aunque cueste más, aunque os entre la risa. Pero, ¡en silencio!

Cuando volvéis a abrir los ojos ya son las diez. Y te sorprende que el niño no diga ni mu. Pero claro, pensándolo bien, no es tan raro. Ayer eran las mil y aún daba guerra desde su cama. Mamaaaa,  ¿quién ha ganado? ¿Argentina? ¡Mamaaaaa!. Y tú: ¡¡a dormiiiiir!! Este verano va a acabar por volverte loca. Son las diez y te quedarías remoloneando una hora más al menos, pero por un lado, él, que tiene que ir al huerto, y las gallinas tienen que comer, que pobrecitas, que mira qué tarde es, y, por otro lado, el niño, que debería levantarse ya si quieres romper con el sueño este cambiado que arrastra. Así que, ¡arriba! Y haces café, y cariño, ¡levanta! Vida, ¡arriba! Amor, ¡que ya está bien! Y ¿ya vamos a empezar el día cabreados? ¡¡Veeeenga!!

Después de desayunar, el uno que se va al huerto, y el otro que se sienta delante de la tele. Ahora arráncale de ahí para hacer deberes. Pero ¿por qué se empeñarán en la tortura esta de poner deberes para el verano? ¿Qué les has hecho tú? ¿Tan mala madre has sido? ¿No te has peleado con tu hijo suficiente cada puta tarde durante toooodo el curso? ¿El verano también? ¿En serio? Pues sí, en serio. Un libro de vacaciones enterito. Y una libreta que hay que llenar de dictados, resúmenes... ¡Venga ya!
Así que, aunque te cuesta la vida, lo consigues y el niño se pone a hacer deberes, porque ya está bien, porque no puede ser que tengamos que discutir cada día por lo mismo, cariño, porque la mama de pequeña ya hizo todos los deberes que tenía que hacer y porque si no, le hago una nota a la Gemma y le digo que no te da la gana hacer los deberes a ver qué opina... Mama ¡¡noooo!! ¡¡Que me castigará!! Pues, ¡hala! A hacer deberes,¡¡ya!! Vaaleee...





Tú, mientras, pones una lavadora, haces las camas, quitas el polvo, barres, friegas, limpias el baño, la cocina, tiendes la lavadora... ¿Ya estás cariño? Nooo... Pero si sólo eran cuatro páginas... ¡¡Pues no estoy!! Estás flipando, pero te vas a la ducha, no quieres mirar el libro, ver que no ha hecho ni el huevo en dos horas y volverte a cabrear. Que por muy buena que sea la crema antiarrugas del Lidl, no crees que vaya a poder con un ceño fruncido constantemente. Sales de la ducha y te da miedo preguntar... ¿Ya estás? Ahora sí, mama. Pues venga, a la ducha, ¡que nos vamos al súper! ¡Noooo! Al súper, ¡nooo! Al final, nadie te libra de otro cabreo, ¡qué vida esta!



En el súper, tampoco es fácil. Mama quiero esto. Mama, ¿me compras esto? Mama, ¿y esto? Mama, pero ¿por qué no? ¿Y esto? Jo, ¡pues cómprame algo! ¡Lo que sea! ¿Esto? ¿Esto? ¿Esto? ¿Y esto? ¡VALE! ¡Cógelo! No, en realidad no lo quiero... Era para ver qué decías. ¿Lo matas? Mejor no. Compras lo que puedes, te olvidas de la mitad, claro, y os vais para casa ya, porque si no lo estampas. Eso sí, de camino, en el coche, sermón. ¿Pero tú te crees que con ocho años que tienes aún estamos así, que no puedo ir contigo a ningún sitio? Sí, mama. Vale, mama. Tienes razón, mama. Hasta que llegáis a casa. Él, deseando sentarse delante de la tele, tú, deseando que él se siente delante de la tele.

Has decidido que comeréis arroz. Pero, ¿por qué tienes tanta hambre? Ayer cenaste pizza. Eres una gorda. Que no, mama, no estás gorda. Si tienes dudas, por una foto tuya en el ascensor y que la gente opine. ¡Sí hombre! Ya verás como sale que no, mama. Este niño tiene unas ideas... En, fin, que arroz. Odias cocinar, pero os encanta el arroz, y con el caldo especial para paella, nada puede salir mal. Haces un arroz como querrías que lo hiciera tu madre, con pechuga de pollo, sin huesos, que todo lo que haya se coma, sin tener que ir apartando cosas. Y te queda de puta madre, aunque esté mal que tú lo digas. Pero tú hijo también lo dice: ¡qué rico, mama! ¿Hay más? Y ahora sí que estás gorda, pero de orgullo, con lo que a él le cuesta repetir y repite de tu paella con caldo Aneto. ¡Sí!

Después de comer, Verano Azul. Siempre que ponen esa serie la ves. Y en algunos episodios, hasta lloras. Como en el de ayer, en el que le venía la regla a Bea. Madre mía, el momento en el que van todos cogidos de la mano por la playa, "¡Que ni el viento la toque!", ¡la piel de gallina! ¡Te encanta esa serie! Pero esta vez más que nunca, porque esta vez la ves con tu hijo y, a través de sus ojos, aún te gusta más. Hoy, los padres de Desi se divorcian. Nada más y nada menos. Y no veas el drama, claro. Lo gracioso ha sido ver la cara de tu hijo sin entender dónde estaba el problema. Pero mama, anda que no hay padres que se separan, como el papa y tú, los de la Antonia, los del Dídac, el Manel, La Nerea, El Oriol... ¡No es para tanto! Bueno, ahora no es para tanto, pero en esa época no era tan común. ¿Por qué? Pues... Porque estaba mal visto separarse. Ah. Ya no ha dicho nada más, pero tú hubieras pagado por saber lo que le pasaba por esa cabecita, como tantas veces.




Acaba Verano Azul y hay que salir pitando. Dejas al niño en casa de los abuelos y te vas a trabajar. Estas tardes son tranquilas. Trabajas en una mutua de accidentes de trabajo y en verano se ve que la gente no está para accidentarse. Así, pasas una tarde de lo más relajada, encargándote de cuatro papeles y un par de llamadas. Y falta media hora para salir cuando te llama tu hijo: Mamiii... Es que aquí, al lado de casa de los yayos hay fiesta hoy... Y el yayo dice que si me puedo quedar a dormir, que iremos a cenar fuera y que habrá música, por favor, por favor, por favor, por favor... ¿Qué le dices? ¿Que no? ¿Que estás harta de que los abuelos le consientan? ¿De que se acueste a las mil? ¿De que coma mal? ¿De que se acostumbre a que todo el mundo haga lo que él quiere? Vale, vida, quédate. Pero pórtate bien, por favor y ¡no des guerra! Esto último ya ni lo oye, porque está entusiasmado: ¡yayooo ha dicho que síiii! En fin...

Pero tú no te preocupes que no cenarás solita. ¿Ah no? No, amor. ¿Me harás tú la cena? ¡Claro! Entonces igual te beso por aquí... O te acaricio por allá... ¿En silencio? Esta vez, no.



8 comentarios:

  1. Estás segura de que esto son vacaciones? Eso sí, se te ve positiva y disfrutando de ese obsoleto Verano Azul que tantas veces hemos visto. Yo creo que mi hijo no lo ha visto, si lo hiciera se descojonaba de nosotros, eso fijob
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con 16 años se desconojaba sin duda, el mío es que aún tiene 8 y con él aún cuela...

      Positiva siempre! O eso intento...

      Besos

      Eliminar
  2. Me has retrotraido a los 8 años de mi hija y mi vida de entonces...ahhh, que tiempos!
    Con los deberes veraniegos seguimos casi igual, eso sí, y me hago la misma pregunta ¿no he guerreado ya suficiente durante todo el curso? Ains!
    Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo odio los deberes, en serio, son mi cruz! Yo no recuerdo que de pequeña mi madre tuviera que estar encima... De hecho, yo jamás los hacía y ella no se daba ni cuenta. Hoy en día, si mi hijo se presenta en el cole sin los deberes, son capaces de llamar a asuntos sociales y denunciarme por mala madre...

      Besos!

      Eliminar
  3. Muy lindo, casi como si hubiera estado a tu lado todo el tiempo. Disfruta de esas mañanas, no regresan. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Intento disfrutar cada minuto,

      Gracias, Ester, besos!

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...