31 de julio de 2014

La libélula



Ya he comentado que los bichos y yo no nos llevamos demasiado bien. Sobre todo las arañas y yo. Pero ellas no son las únicas que consiguen que yo haga el ridículo, qué va, hay un montón de bichos a los que no soporto. Principalmente, a los que se cuelan en mi casa sin permiso, como aquella libélula...

Era de noche, mi hijo ya dormía y yo estaba en el salón, con mi ordenador tan ricamente. De repente, un zumbido ensordecedor me sobresaltó. Eso no podía ser un bicho! A no ser que de verdad existieran los abejonejos, no podía ser que un solo bicho metiera ese ruido. Pero sí, era una libélula del tamaño de mi mano! Bueno, quizás no era tan grande, desde el rincón del salón en el que estaba hecha una bolita no alcanzaba a verla bien. Yo esperaba que si me quedaba ahí, quietecita, sin hacer ningún ruido, creería que no había nadie a quien comerse y se iría. Pero no.

Ahí estaba yo, en mi rincón, intentando no perder de vista a la puta libélula y rezando para que ella no me viera. Ese ruido me estaba taladrando el cerebro y estaba sudando. No podía pensar una estrategia en esas condiciones!! Y entonces, el ruido paró. Y el bicho también, claro. Estaba posada en la lámpara.

Pasó un buen rato hasta que empecé a medio relajarme. La libélula parecía no tener intención de moverse. Pero de vez en cuando me daba un susto la cabrona, porque tenia como espasmos en los que movía las alas y zumbaba pero sin moverse del sitio. Y a cada espasmo mi corazón se sobresaltaba. Llegué a temer por mi salud, no os digo más.

El caso, es que a esas alturas yo ya había entendido que o hacía algo o amanecíamos las dos en la misma posición. Me planteé dormir ahí, en mi rincón, pero la idea sólo me duró un segundo, cómo iba yo a dormir con ese bicho en la lámpara?! Imposible! Así que, después de pensarlo mucho, decidí que lo primero era salvar mi vida. Soy madre, no puedo dejarme morir así como así a manos de una libélula! Debía abandonar el salón como fuera!

Empecé a avanzar, bien pegadita a la pared, sin perder de vista al bicho. Cada vez que tenía uno de sus espasmos, paraba y disimulaba. No lo parecía, pero no estaba segura de si me miraba de reojo y no quería arriesgarme. Poco a poco, después de lo que me pareció una eternidad, llegué a la puerta, salí y cerré tras de mí!

Ahí tuve dudas. No tenía claro si debía volver a intentar matarla. Al fin y al cabo, tarde o temprano necesitaría entrar al salón de nuevo. Miré en la cocina, a ver si tenía insecticida y no, no tenía. Y entonces qué? Laca? Y de dónde iba yo a sacar la laca!! A ver, Telma, céntrate, un espray... Un espray... Un espray... Desodorante!! Matarla no la mataría, pero no le iba a hacer ni puta gracia!

Desodorante en mano, abrí la puerta del salón sólo una rendija, lo justo para comprobar que la libélula seguía en la lámpara. Ahí estaba. Tuve miedo. No sabía cuál sería su reacción al rociarle el desodorante. Quizás enloquecería de rabia y vendría hacia mí con intención de comerme o algo. De repente, otro espasmo! Coño! Cerré la puerta de golpe con el corazón a cien.

Finalmente decidí que ya vale. Que no podía ser más tonta, al borde del infarto con el desodorante en la mano. Que yo ya no podía más y que mañana sería otro día. Comprobé por enésima vez que había cerrado la puerta del salón, guardé el desodorante y me fui a la cama.

A la mañana siguiente, mi madre vino a buscar al niño para llevarlo al cole como todas las mañanas en que yo trabajaba. Entraba con sus propias llaves y llegó antes de que yo hubiera salido del baño. Nos vimos en la cocina,

_ Mami, no sabes lo que me pasó ayer!

_ Cualquier cosa...

_ Es que cómo eres!

_ Quéeee?

_ Entró una libélula enoooorme al salón y casi me muero!

_ Ya lo he visto, aún estaba ahí cuando he llegado.

_ Y SIGUE AHÍ??

_ Qué va! Tonta! La he matado!

En ese momento, vi a mi madre con luz detrás, como si fuera un ángel y sentí un profundo respeto por ella. Exigí ver el cadáver de la libélula, por supuesto. Y desde ese día, por mucho calor que hiciera, la ventana del salón permaneció cerrada. Por si venían las amigas de la puta libélula a buscarla...

9 comentarios:

  1. ¿Tu mamá también? Yo entiendo tu necesidad de matarla, con ese miedo; ¿pero a tu mamá no se le ocurrió sacarla? ¡! :)
    Yo tuve hace un par de meses, una libélula increíble de visita en la puerta del departamento; me pareció una señal de buena suerte :D

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    1. Jajaja entiendo tu pena por la libélula, pero seguro que mi madre la mató sin que sufriera.

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  2. Aaay, nooo! la pobre libélula, no hacen nada...soy una de las especies más bellas de bichos. Que si quisiera atacarte, con esos ojotes, no tenía que ver por el rabillo del ojo, jajaja. A mi me encantan.
    Lo que no me gusta tanto, son las polillas, no sé cómo deshacerme de ellas.
    Y es que tampoco tengo el coraje de matarlas. A veces pienso que tengo el corazón de pollo.

    Un abrazo.

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    1. Sé que son inofensivas, pero no me digas que son bellas, Beatriz, si yo no he visto una cosa más fea en mi vida jajajajaja

      Besos!

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    2. ¡¿Fea?! Bueno. Oye, Telma, me pregunto: ¿te gustaron las películas de Bichos y Hormiguitas?

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    3. Jajajaja de dibujos animados sí :)

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  3. Estás llenando el blog de bichitos jeje. Mañana habla de las rosas. Abrazo

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    1. Tienes razón, se impone un cambio de tema jajajaja

      Besos!!

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